Ca l’Estevet, un clásico.
Se trata de un local de los más típicos de Barcelona, con mucha historia de gente del mundo de la cultura, del espectáculo, de las artes en general. Por proximidad y por el ambiente de vida bohemia de Ciutat Vella, y de las gentes que vivieron y nacieron allí, como Manuel Vázquez Montalbán, los hermanos Moix, Maruja Torres, además de todos los que han cultivado las esencias de lo que podríamos considerar la Barcelona más auténtica de las décadas de los sesenta y los setenta, Ca l’Estevet ha representado durante muchos años la cocina clásica de la ciudad.
Decorado con la típica cerámica de representación de oficios y con las paredes adornadas de cuadros y litografías, este pequeño establecimiento ha dado de comer, y sobre todo de cenar, a generaciones de aquellos elementos que hacían de la mesa la excusa para vivir momentos agradables entorno a la creación y la conspiración. Los años de degradación de Ciutat Vella y de “modernización” de Barcelona fueron los de su olvido. Las dificultades le obligaron a transformarse en un restaurante de menú, de ticket, donde acudían los empleados de La Vanguardia, que durante años acudieron allí con el vale de empresa y que cambiaban como podían por los excelentes platos que aun y con dificultades mantenía en su carta.
Desde marzo del 2010 el local está regentado por la familia de Casa Agustín, el restaurante de la calle Vergara que, casualidades de la vida, fue durante años el refugio de un gran gourmet, Horacio Sáenz Guerrero, el director de ese mismo diario durante los últimos años del franquismo y los primeros de la transición. Allí cenaba solo o en compañía de sus habituales colegas de mantel, Joan Obiols, Antoni Puigvert, Néstor Luján, los gastrónomos avant la lettre de la ciudad, que acudían a este modesto establecimiento cuando no tenía que dar cuenta de algún manjar en los locales más consagrados del momento, como Quo Vadis o el Agut d’Avignon.
Un nieto del Agustín de los tiempos gloriosos –la última vez que estuve en l’Estevet lo vi en silla de ruedas, ayudado por sus hijas- ha tomado el relevo. Y cuando los fines de semana cierra Casa Agustín, dedicado ahora a las gentes de oficina y de empresa de la zona de plaza Cataluña, se emplea en remontar este clásico de la calle Valldoncella. Unos 35 comensales pueden disfrutar de platos tradicionales, bien planteados, a precios asequibles. Una forma de amarrar algo que aparentemente se había olvidado, hacia lo que los restaurantes más exitosos han vuelto su mirada desde hace un par de años.
Fuente: EconomíaDigital