La ciudad está viviendo, fruto del desarrollo legislativo, unos momentos de lamentable desaparición de establecimientos comerciales em- blemáticos, muchos de ellos con alquileres antiguos afectados por la entrada en vigor de la nueva ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) y que no pueden hacer frente a las tarifas del mercado.
A los barceloneses de cierta edad tal situación les supone el cierre de páginas de su historia personal; a los más jóvenes, la desaparición de puntos de referencia en las que, de alguna forma, enraizaban sus orígenes personales y familiares.
Refiriéndonos, únicamente, al renglón que nos ocupa, hemos vivido, por diversos motivos, la de- saparición de lugares singulares como el antiguo y emblemático Glaciar (no confundir con el bar de tapas de la plaza Real), Finisterre, La Puñalada, el Reno, Can Masana, Quo Vadis o el Hostal del Sol, entre otros muchos.
Por todo ello, resulta altamen-te reconfortante encontrar un establecimiento que, superando sus propios avatares, mantiene el tipo, en plena forma, con un aspecto impecable a pesar de sus 125 años, y con una mesa que, dentro de los cánones de la cocina popular catalana, ofrece unos platos de impecable elaboración y de tal solera que ya resulta difícil encontrarlos en las cartas de los establecimientos de la ciudad.
El restaurante, fundado en 1890 como Fonda Navarro, cerró sus puertas durante unos meses tras la muerte de su antiguo pro- pietario y el fracaso de una de- safortunada continuación, en el 2009. El 3 de marzo del 2010 Pepe Cabot Ros, botiguer profesional, como él, con su simpatía, se autocalifica –cuarta generación de la familia propietaria de Casa Agustí de la calle Bergara de nuestra ciudad–, se hizo cargo del establecimiento…..